Soñar es bueno, pero la realidad a veces es dura. Jugar bien implica cometer pocos errores. Ayer, Corea fue más equipo. Lo de los minutos finales ocurrió porque ellos jugaban con el resultado. Tácticamente fueron superiores y, dentro de su condición de juveniles, varios de sus jugadores juegan en primera división de Inglaterra y España. Eso pesa.
Ecuador rindió más allá de las posibilidades que se les daba antes del Sudamericano en enero, lo cual es meritorio y hay que aplaudir. Pero, para mi percepción, previo al juego con Corea, se difundió un favoritismo más basado en emociones que en razones técnicas. La mayoría, a distancia, porque solo 2 o 3 periodistas estaban en Polonia, dirigentes de clubes brillaron por su ausencia y entrenadores igual.
El seleccionado se fue casi en silencio. Pero la opinión pública, llevada por el entusiasmo de ver que el equipo avanzaba, no le vio límites a nuestras posibilidades y muchos menospreciaron a los coreanos y anticipadamente se pronosticaba que los derrotaríamos, olvidando que, en vísperas del Mundial, Corea nos ganó un partido de prueba.
Una cosa es jugar en Sudamérica y, otra, en un Mundial. Tanto en categoría de mayores como ahora en juveniles, Sudamérica ha ido perdiendo espacio. En resumidas cuentas, los chicos juegan bien, fueron los únicos sudamericanos en semifinales. Pero, para ser campeón mundial, hay que jugar mejor que todos.
Ojalá no decaiga el entusiasmo y este equipo se mantenga para participar en los Juegos Panamericanos y califique en enero en Bogotá para los Juegos Olímpicos 2020. Así, adquirirán mayor roce y elevarán su nivel, pues, de lo contrario, se desperdiciará una gran generación.