En la mañana del 24 de mayo de 1981, en el estadio Atahualpa de Quito, el presidente Jaime Roldós Aguilera pronunció un histórico discurso que el destino convirtió en un testamento patriótico, pues, horas más tarde, falleció en un accidente de aviación, rodeado de extrañas circunstancias, que hasta ahora es motivo de controversias.
Sus frases finales quedaron grabadas para la historia:
«Nuestra gran pasión; es y debe ser el Ecuador. Este Ecuador que no lo queremos enredado en lo intrascendente, sino en lo valeroso, luchador, infatigable, forjando un destino de grandeza. El Ecuador heroico que triunfó en Pichincha, el Ecuador de los valientes de hoy, heroicos luchadores de Paquisha, Machinaza y Mayaycu, inmolados en estas legendarias trincheras.
El Ecuador heroico de la Cordillera del Cóndor. El Ecuador Eterno, unido en la defensa de su heredad territorial. El Ecuador Democrático, capaz de dar lecciones históricas de humanismo, trabajo y libertad. Este Ecuador Amazónico, desde siempre y hasta siempre. ¡Viva la Patria!»